La carne afectando la intercesión


¿Cómo afecta la carne la intercesión? Intercambiando el propósito de Dios por el de nosotros mismos. Veamos algunas formas, pues sería imposible describir todas, en las que nuestra carne distorsiona el propósito de Dios en nuestra intercesión y nos lleva a errar el rumbo de nuestra oración:

1. Misericordia humana. Creo que podría llamarla mejor «lástima». Como seres humanos nos conmovemos ante el dolor y cosas trágicas que suceden a los demás. A veces ese sentir nos lleva a interceder de manera errónea. Por ejemplo, podemos interceder por una persona que está pasando por pruebas muy difíciles, oramos para que Dios la libre y peleamos en contra de satanás; a eso nos mueve nuestro corazón. Sin embargo, la realidad puede ser que el Señor esté tratando con la carne de esa persona, en cuyo caso la intercesión no debería dirigirse para que esa persona sea salvada o sacada de la prueba, sino para que su fe no falte y el propósito de Dios se cumpla en medio de esa prueba (cf. con la intercesión del Señor Jesús para la vida de Pedro en Lucas 22:31-32).

2. Experiencia. A la carne le encanta establecer «métodos» para desatar el poder de Dios, y eso lo hace en la intercesión también. Cuando alguna forma de orar resulta, la carne tratará de usarla una y otra vez para obtener lo que quiere. Y no solo eso, se pelea con otros creyentes para demostrar que su forma de hacerlo es la «correcta». Esto no es así. Si observas el Señor Jesús no usaba métodos, veamos por ejemplo la sanidad de ciegos: algunos fueron sanados por su voz, otro por lodo formado por su saliva, otro fue a lavarse a un estanque, etc. La gran verdad es que la carne nos hace ser personas cerradas que tratamos de limitar la oración a un método.

3. Razonamiento. Tal como dijo el Apóstol Pablo: «el conocimiento envanece, pero el amor edifica» (1 Co. 8:1). La carne tratará de «entender» lo que Dios hace a la luz de nuestras antiguas experiencias con Él. La verdad es que debemos estar abiertos a lo que Él quiera guiarnos. Mira, algunos interceden desde su razonamiento, por lo que les enseñó alguien, lo que aprendieron de una predicación, seminario, o congreso. La intercesión va más allá de simplemente hablar lo que nosotros creemos que se deba hablar. Aún más, a veces oramos de acuerdo a lo que creemos que la persona se merece y no a lo que Dios quiere para ella; esto es cierto especialmente cuando oramos por un familiar o una persona cercana a nosotros.

4. Egoísmo. La carne es egoísta por naturaleza. Por eso puede tomar una carga de oración legítima puesta por el Señor en nuestro espíritu y usarla para sus motivos egoístas. Eso es muy común. Por ejemplo, puedes ver como Balaam intercedió una y otra vez a Dios para poder ir a ver al Rey Balac, pues quería obtener su recompensa (Nm. 22).

5. Oraciones lastimeras. El Maestro nos enseñó que Dios nos ama y nos escucha (Jn. 16:26-27). Sin embargo, la carne nos lleva a dudar de esta verdad y a poner una actitud externa de dolor, tristeza. Lloramos, gritamos, nos lamentamos, pero no porque de verdad nos sintamos así. Hacemos todo eso para ver si logramos «conmover» a Dios y lograr que haga lo que le pedimos a Dios, como los niños que hacen berrinche para manipular a sus papás. ¡Eso es una falta de respeto al amor del Padre! Y, de todos modos, no funciona. Dios desprecia las oraciones lastimeras; pero al corazón contrito y humillado no desprecia (Sal. 51:17).

6. Justicia Propia. La carne nos lleva a interceder con una actitud de crítica y no de misericordia. Eso hacían los fariseos oraban y pedían a Dios por la destrucción de sus enemigos y no se daban cuenta que ellos mismos eran malos. Eso hace la carne. El intercesor debe estar lleno del amor de Dios y de su misericordia.

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